Cada día sigo conociendo a expatriados en Dinamarca que siguen intentando encontrar su sitio en el país de las oportunidades.

Pero los Escandinavos no están por la labor de ponérselo fácil a nadie. Nunca antes había vivido en un país en el que hubiese tanta gente altamente preparada y cualificada trabajando de personal de limpieza o de lo que buenamente se pueda hacer – o nos dejen hacer- en este país.

Todos pasamos por las fases de subidón y desgaste propias de un maratón en el que te vas dejando la piel inventándote y reinventándote a ti mismo para complacer las exigencies de un mercado cada vez más especializado, más demandante, más saturado de gente que ya no viene a la aventura con las manos vacías, sino con mucha experiencia vital, académica y profesional acomulada en su Currículum Vitae y a sus espaldas. Resume 15 años en dos páginas e intenta ser convicente porque te la juegas, chaval. Es todo un arte!

No sé qué pasa en el resto del mundo, pero puedo deciros que Dinamarca es un escenario en el que se siente de forma muy palpable que compites laboralmente a otro nivel. En ocasiones te anima, porque sabes que tienes las tablas –el bosque entero de madera- para hacer tu debut en esta obra; pero en otras te desgasta lo de poner toda la carne el el asador y ver que en la carpeta de “solicitudes rechazadas” de tu correo electrónico se van amontonando las respuestas negativas.

Es entonces cuando necesitas más que nunca tomarte unos cafés con gente que te diga que ya casi has llegado, que hay que seguir dándolo todo porque puedes estar más cerca de lo que piensas de la meta y que si se te ocurre dejar de intentarlo, puede que estés cometiendo el mayor error de tu existencia. Muchas veces en la vida, al menos para los que tenemos el lujo de permitírnoslo, es esencial tomarse un respiro para curar la autoestima y no conformarse con lo que la gente nos dice que podemos o no podemos hacer. Al final del día tienes que entender que esta batalla la gana el que tenga no sólo la experiencia, pero también la paciencia y la perseverancia. Aquí o en Manchuria. Y es muy importante cambiar, pero no para conventirte en algo que ellos quieren que seas, sino en aquello que sabes que puedes llegar a ser y que siempre has querido ser.

Así que si un día tienes la suerte de encontrate aún respirando y te despiertas preguntándote si tus sueños han merecido la pena, no dejes que la melancolía te arrastre por la calle de la amargura. Tú sigue como si nada. Llévale la contraria al mundo. Enfádate y no te arrepientas. No cambies pero no tengas miedo a reinventarte. Experimenta, que nada dura eternamente. Lo que vas aprendiendo, como dicen las abuelas, no te lo quita nadie. ¡Y además está libre de impuestos! ¡Cóbrate esto Dinamarca!

Raquel Sertaje