Mientras muchos disfrutáis la llegada de la primavera en el sur, lo único que me ha hecho percatarme de que ha llegado una nueva estación, es que he tenido que sacar las pastillas de la alergia y atiborrarme de las mismas en un susbtancial cocktail mañanero que me deja hecha puré para el resto del día. Lo que mata el polen…

Lo demás sigue casi igual en el norte: Un frío polar y bufandas que se resisten a ser guardadas con las ajuares de invierno hasta el próximo septiembre.

Sin embargo, por muchas estaciones que cambien, hay cosas en el sur que parecen ser perennes. Mientras el panorama politico Europeo se debate entre corrientas opuestas de aires que revivien viejos miedos fascistas con los que vienen preñados de ecos populistas y movimientos sociales de millones de ciudadanos indignados, en rincones de este continente aún seguimos anclados en prácticas políticas prehistóricas de esto que hemos dado en llamar democracia. Por dalre algún nombre, porque del dicho al hecho…

Viendo ciertas cosas, una duda si nuestro actual sistema electoral deriva de la lucha por el cambio o es el resultado de una transición pausada a la modernidad en la que viejas formas de parasitismo se han ido adaptando e imponinedo en un sistema que, se suponía, tenía como una de sus mayores finalidades, destituirlos de la faz de la tierra.

Pero la tierra ejerce un poder gravitatorio demasiado fuerte e irresistible. Como resultado, viejas formas de coacción han ido perdurando con el pasar de los años, abriéndose paso y emborronando la transparecncia que un estado de pleno derecho debería ejercer sin dar cabida a pequeñas excepciones. Social Media como herramienta revolucionaria e innovadora del cambio? Por favor, cállate twitero y vete a blogear a otra parte.

Por desgracia, muchas de nuetras “pequeñas excepciones” son la norma en muchas regiones de España, país que últimamente se ha dedicado a dar el do de pecho en la prensa nacional e internacional con sus sonados casaos de corrupción –más de 800 casos de corrupción urbanística repartidos por toda la Península en el 2014, con Andalucía, Valencia y Galicia a la cabeza. Aunque lo peor es que aquí no se salva NADIE-. Vale que era hora de que alguien pasase la aspiradora debajo de la alfombra, pero no servirá de nada si volvemos a guardarla en el trastero sin haber desparasitado propiamente toda la casa.

En este año electoral, más que el cambio o la pervivencia de las castas más cañís, cabe preguntarse hasta qué punto nuestro sistema está regido por el derecho. Hay derecho a que todas las formas de “ismos” habidas y por haber -clientelismo, nepotismo, caciquismo, mamonismo…- campen impunemente a sus anchas por los pasillos de Parlamentos, Xuntas y Oficinas Públicas? Porque si hay derecho, lo entiendo. Si no, por favor, hagamos algo por cambiarlo y dediquémonos a dar do’s de pecho más dignos de nuestra alcurnia y potencial para que no nos midan a todos por la misma bara de los incompetentes
cabecillas.

Raquel Sertaje