¡Ya es Halloween! Es alucinante cómo los americanos se han apropiado de una tradición celta y la han deformado hasta transformarla en una especie de carnaval gótico con fantasmas, psicópatas de celuloide y sabor a sopa de calabaza.

Como bien sabemos los celtas, la tradición se remonta a tiempos inmemoriales; tan inmemoriales que los anales de la historia se antojan demasiado recientes para ubicar Halloween en el espacio temporal. Se sabe que por estas fechas, el grajo empezaba a volar bajo, aumentaba el consumo de las sopas de ajo y nuestros ancestros se afanaban en preparase para la llegada del invierno, trasladando el ganado a otros pastos y festejando el cambio de estación.

Las cosas cambiaron con la llegada de los cristianos. Estos, en lugar de aniquilar la tradición a base de prohibiciones y padre nuestros, lo que hicieron fue sobreponer sobre ella las nuevas costumbres espirituales. Si lo hicieron con los Dioses Romanos y la jugada no les salió mal, por que cortarse con los celtas? Resultado: Montaron un cristo de no te menees demonizando a los Druidas y estableciendo un pupurri en el que los límites entre lo religioso y lo pagano no quedaron totalmente delimitados. Cierta permisividad hizo que muchos celtas cabezones, de forma clandestina, pudieran mantener el folklore vívido en la memoria de muchísimas generaciones, protegiendo del olvido y de la imposición lo que hoy conocemos como Halloween.

En el siglo XIX, en su escapada a América, los irlandeses y escoceses se llevaron consigo las costumbres y festejos de sus antepasados. Lo demás es historia, como el ver a ET disfrazado de fantasma sobrevolar el cielo a bordo de una bici con la música de John Williams de fondo. Todo un clásico que en pocos segundos aglutina modernidad, tradcición y ciencia ficción.
El acierto de Spielberg fue en 1982. Hoy ya no saben qué hacer para acojonarnos. No sé cómo, pero los que mandan se las han arreglado para montar un Cristo de ingentes dimensiones sobreponiendo lo surrealista a lo real. Supongo que hay cosas que nunca cambian. El día a día se ha convertido en cencia ficción y la Santa Compaña está haciendo horas extra con tanto reproche acumulado. ¡El 1 de noviembre ya no lo festejamos los vivos, sino los muertos por haberse librado de tanto fantasma!
¿ué nos queda al pueblo llano? ¡Que no nos den calabazas! Preservar y pulir el folklore para que las costumbres de la gente de bien no se nos pierdan en el tráfico de influencias, malversaciones y prevaricaciones de lucro personal. Pero esa es otra historia. Yo este año me disfrazo de edil del PP! Susto o qué?!

Raquel Sertaje